domingo, 25 de noviembre de 2012

El primogénito

Soy un vulgar y abundante pino silvestre. De mi corta vida en el monte apenas tengo recuerdos.
El destino había querido que brotara de una semilla caida al borde de un camino. Otros de mis congéneres habían corrido mejor suerte (o eso creía yo) al haber nacido en un lugar menos transitado.
A pesar de que en varias ocasiones haya sido aplastado por las ruedas de un todoterreno, disfrutaba de la fuerte insolación y los fríos invernales que me proporcionaba vivir a mas de mil metros de altitud.
Corría el año 1992 cuando un degenerado me arrancó violentamente de mi hogar y luego de envolverme cuidadosamente me introdujo en plena oscuridad (luego sabría que aquello era el maletero de un automovil).
Ya en su casa ató mis tiernas y jóvenes raices sobre un pedrolo y me buscó un pequeñito apartamento en donde pasé el resto del año.
Mi luego amigo y compañero se disculpó conmigo contándome que lo había visto en un libro de un tal Dan Barton que le acababan de regalar.
A pesar de la cabronada me recuperé en poco tiempo y al cabo de un año lucía así de hermoso.
Me adapté al escaso y distinto suelo. Me resigné a vivir en aquel pequeño habitáculo. Incluso comenzé a hacer piña con aquel pedrusco.
Pero aquellas torturas no habían hecho nada mas que comenzar.
Un día se acercó a mi con unas herramientas y alambres y de nuevo llegó el sufrimiento.
Comenzó a cortarme ramas. Atarme con alambres y doblarme como si yo fuera de goma.
Incluso, unos pocos años después de haberme arrancado de mi hogar, osó exhibirme como mono de feria en alguna exposición local.
Esos añitos transcurrieron entre alambrados y cuidados.



Pero a los siete años de convivencia surgió el desamor. Pensé en una crisis de pareja, pero yo no entendía como me podía dejar casi abandonado de la noche a la mañana.
Había un desequilibrio en nuestra relación. Él podía vivir sin mi, pero yo no lo podía hacer sin él, sin sus cuidados ni sus mimos.
En ese período oscuro tuve noticia de que un incendio había sesgado la vida de todos aquellos hermanos a los que yo envidiaba por haber nacido en un sitio mas afortunado.
Al final, y a pesar de mis problemas de abandono actual, yo había pasado a ser el afortunado sobreviviente.


 Hace poco mas de cuatro años en que aquellos sentimientos que en otro tiempo nos habían unido han resurgido.
Comenzó con los mimos y cuidados de antaño. Me cambió a un apartamento mas ámplio y dejó que me pusiera fuerte.
Volvió a rodearme de alambres y a retorcerme, pero me da que lo hizo sin mucho convencimiento. Cuando pasaba junto a mi me miraba raro. No le gustaba.

Nuevo apartamento y creciendo a mi aire. Año sabático.
Ya me imaginaba yo que ese estado iba a ser pasajero.
Como ya comienza a ser habitual en mi vida he vuelto a pasar por quirófano.








Yo creo que esta vez se ha esmerado mas conmigo.
A falta de algunos detalles me ha dejado de esta guisa.
Por un lado




Por el otro lado.



Por detrás.


 Por delante.





P.D.
Probablemente no sea la mejor pieza de mi gallinero.
Tampoco el mas grande. Ni el mas gordo, ni el mas formado, ni el mas vistoso....
Pero, a pesar de mis pocos y chapuceros cuidados, de los que dan fé las imágenes, lleva conmigo veinte años. Le tengo un especial cariño.
Si pudiera establecer un vínculo mas humano con él seguro que compartiríamos vicisitudes.
Un saludo para todos. 
  

viernes, 9 de noviembre de 2012

Veranillo de San Martín

Hoy se ha puesto una tarde primaveral. Sol y temperaturas muy suaves.
Todo esto ha hecho que haya cambiado los trabajos de gubia en el interior por un trabajo de gallinero, a pleno sol.
Este pino ya lo he puesto en una entrada anterior.
A finales de verano lo he desalambrado para evitar que con el engrosamiento otoñál se clavara el alambre.
Pero ya sabeis que las coníferas necesitan ser alambradas varias veces hasta lograr dejar posicionadas las ramas sin alambre.
Ya sin alambre algunas ramas has perdido su posición inicial.
Y este es su aspecto luego de una pequeña sesión de alambrado.
Un saludo para todos.