lunes, 25 de febrero de 2013

Daba pena tirarlo.

Este espino se vino conmigo en enero del 2010. Desde el primer momento presentaba una estructura bastante peculiar y no muy fácil de sacar algo de ahí.
Si esto era poco, después de haber brotado mas o menos esa primavera, comenzó a secar brotes y partes que consideraba esenciales para un futuro diseño.
Este era el aspecto que presentaba en otoño de ese mismo año.





A comienzos del siguiente año eliminé las partes que había secado en un intento de que con los brotes que salieran de nuevo poder aprovechar algo de ese espino.





Todo fue en vano.
Pensé que el único aprovechamiento posible sería como leña para la chimenea.
Sin embargo, decidí darle una última oportunidad. Sólo me restaba cortar por lo sano. Y eso fue lo que hice en enero siguiente.
Me quedé con unos 15 cm. del tronco y esa primera rama gorda que en un principio había pensado en eliminar.





Este año, ya recepado, brotó y se desarrollo con toda normalidad. Había eliminado el mal, pero había sacrificado tres cuartas partes del árbol.
Lo que vino a continuación es muy reciente. 
El mes pasado alambré y definí lo que va a ser su estructura. Luego lo pasé a una maceta de entrenamiento algo menos cutre.









Y así está a día de hoy. Todo brotado y llenito de vida.
Resta portrabajar la madera muerta que quedó en el lugar donde se cortó, pero eso será en otra ocasión, probablemente en una tarde soleada y que me pille con ganas de meterle la fresadora.




Ya veremos que sale de esto.
Un saludo.